martes, 3 de octubre de 2017

Reinventando las ciudades


Por José Luis Llovera Abreu

Vivimos en un mundo agobiado por los constantes cambios. Mutaciones de carácter social, económico y político en donde los vaivenes ideológicos son ya cosa del día a día. Nuestro común denominador como sociedad es la necesidad de adaptarnos a estos acontecimientos pendulares.

Desde la anticipada salida del Reino Unido de la Unión Europa, hasta la controversial elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de América, y su escalofriante discurso rebosado de xenofobia que tiene al mundo en vilo perpetuo, los medios de información no cesan de ametrallarnos con sus impactantes proyectiles noticiosos mientras nosotros, los ciudadanos del mundo, sólo podemos asumir los efectos del golpeteo y seguir en este lapso camaleónico que nos ha tocado vivir.

Las ciudades, y todo lo que en ellas ocurre, no se han escapado a estos avatares contemporáneos y también juegan un papel preponderante en este continuo camuflaje social.

Una ciudad que no se adapta al cambio y que no es capaz de modernizarse, está condenada al olvido y a la muerte. Los únicos sitios concebidos para ver y tocar el tiempo en su versión inanimada, son los museos.

El congelamiento del tiempo en las ciudades es sólo una circunstancia afortunada cuando se trata de restaurar y de revivir a la ciudad, es entonces cuando, aprovechándonos del circunstancial letargo, despertamos a la piedra de ese sueño que la había acallado por un prolongado tiempo. En muchas ocasiones es una, y una única vez en efecto, la sola oportunidad que podríamos tener para sacar a una polis histórica de la anquilosis para resucitarla y favorecer su longevidad a través de diversas estrategias de restauración, conservación y preservación de su patrimonio tangible e intangible.

La Organización de las Ciudades del Patrimonio Mundial (OCPM), con su oficina central en Quebec, enlista a 280 ciudades que tienen en su territorio un sitio inscrito por la UNESCO en la Lista del Patrimonio Mundial. Se podría decir que dicho organismo agrupa a lo más granado del gremio histórico-urbano, ya que todas son ciudades que han sido plenamente reconocidas por sus extraordinarias características espaciales, formales e históricas.

Son verdaderos íconos de la historia y que, con su especial arquitectura, siguen dejando huella y calando hondo en nuestras memorias y en nuestras costumbres. La ciudad de San Francisco de Campeche forma parte de esta pléyade.

Sin embargo, son varios los problemas a los que estas fantásticas ciudades se enfrentan día a día. Digamos que viven una constante confrontación con las exigencias de la modernidad y su esfuerzo se duplica al ser estas entes edilicios con peculiaridades excepcionales. Por ejemplo, sus pobladores tienen que ser conscientes del valor intrínseco que los hace ser ciudadanos de una urbe histórica; sus gobernantes tienen que diseñar y poner en práctica políticas de gobernanza que se amolden a la medida; los urbanistas y arquitectos están obligados a crear manuales de operación y de manejo para conservar la morfología y para ayudar a mantener y a promover la habitabilidad en estos sitios; tiene que haber una estrategia conjunta entre gobernantes y gobernados para crear, conservar y propiciar el uso y el mantenimiento de los espacios públicos, tan necesitados hoy día y tan valiosos para generar comunidades y, además, erradicar la delincuencia.

Las ciudades históricas tienen una meta doblemente difícil que sus contrapartes contemporáneas, y esa es la de, en primera instancia, lograr prevalecer en el tiempo y postergar su valía a través de su adaptabilidad y maleabilidad urbana; y en segundo lugar cumplir con los cánones de habitabilidad, seguridad, conectividad y sustentabilidad que las políticas urbanas del siglo XXI demandan.

Hay mucho por hacer y mucho por pensar y crear aún. Los espacios públicos, las áreas comunes, el transporte público, las ciclovías, las sendas peatonales, las áreas verdes, el uso de energías renovables, el cuidado y reciclaje del agua, los residuos sólidos urbanos, entre otras temáticas; son, principalmente, los aspectos que toda ciudad, histórica o no, debiera cumplir hoy día para satisfacer las demandas, tanto de los pobladores de nuestro universo urbano moderno como de las políticas y lineamientos de los programas de desarrollo urbano actuales.


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