Por José Luis Llovera Baranda.
Para la cabal realización de cualquier tarea del espíritu es menester contar con motivaciones. Estas las encontramos a menudo en la gente que desarrolla trabajos similares a los de uno. Así, el escritor que empieza encontrará de incalculable valor una plática con algún otro escritor de mayor experiencia que él. Los consejos, sugerencias, etc., aunados al cariño con que se oiga hablar de las tareas artísticas, constituirán inmejorables inyecciones de vida para proseguir en la ruta del arte.
En alguna ocasión asentamos, y hoy lo repetimos, que, por ejemplo, para poder escribir se necesitan no tan solo cualidades innatas, ni tan sólo cultura en general, se necesita también ser un verdadero apóstol de las letras. La literatura no produce mucho en el aspecto económico, pues estas y el dinero están casi en completo divorcio.
Pero la cosa no queda ahí. La persona -hombre o mujer- que escriben y aceptan el reto de la precaria situación pecuniaria en aras de cumplir con su vocación, abrazando el oficio de escritor con gran amor y entrega, recibe las más de las veces críticas y más críticas las cuales sería prolijo ennumerar, pues son abundantes los calificativos vertidos a los que se atreven empuñar una pluma y publicar sus obras.
Dentro de ese cuadro de críticas nos limitaremos a señalar una, solamente una: el común de la gente tiene la firme convicción de que escribir no es trabajar. Esto es, que si algún escritor es interrogado sobre el trabajo que desarrolla y él contesta que escribe, la pregunta obligada es: "Sí, sé que escribes, ¿pero en qué trabajas?". Entonces, escribir no es trabajo.
La actividad literaria es tomada como algo así como un pasatiempo de los bohemios, flojos, desordenados, etc. Claro que los que así opinan son personas que obviamente no manejan con mucha fluidez el alfabeto. Pero la opinión que comentamos está bastante generalizada. En resumen escribir no es trabajar: romper piedras, sí...
Además de todo esto vienen las envidias, los odios que, aumentan cuando se consigue ciertos lauros eminentemente espirituales, insistimos de nueva cuenta, puesto que el dinero ocupa un papel secundario en la vida del artista. Y no es que lo rechace pues también tiene qué comer y su familia también.
Tan que no es considerado como un verdadero trabajo el de escribir que son innumerables las ocasiones en que los que más o menos escriben o tienen facilidad para ello son constantemente objeto de encargos: cartas, prólogos, revisiones de trabajos y "chambas" relacionadas con todo lo que sea escribir. Pero jamás los que piden este tipo de favores tienen en mente compensar económicamente al amigo, conocido, o simple voluntario forzoso por la sencilla razón de que se piensa que aquello no es trabajo sino pasatiempo única y exclusívamente.
Todo lo apuntado en estas líneas obedece, ni más ni menos, a la falta de cultura existente, en virtud de la incapacidad de poder valorar este tipo de trabajo en toda su extensión, por cierto muy dilatada e importante.
En fin, a lo mejor algún día se llegará a la conclusión de que escribir es, efectívamente trabajo. Campeche, Campeche.
Escribir es un ejercicio de hombres libres y valientes...y con mucho aguante. Humildemente comparto la opinión de tu papá. Saludos.
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