El "DIARIO" nos trajo la noticia de la muerte de uno de los más grandes poetas mexicanos contemporáneos: Carlos Pellicer.
Hemos perdido a uno de los más grandes valores de la poesía.
El bardo tabasqueño que supo aprisionar en su pluma, color, aroma y sentimiento y que voló seguro por los infinitos espacios de la poesía, magistralmente nos deja quizá porque sus cantos deban ser disparados desde tribunas más altas.
"Vamos a tu poesía del brazo de una noche totalmente encendida. Allí se pinta el día con los colores minerales con que una flecha espiritual da en el blanco de lo más bello, un poco triste, ardiendo. Es un cielo terrestre florecido sin el cuidado de ninguna mano. Eso fue consecuencia de la lluvia que llega obscura y se deshace en luz. Salgo de tus poemas pensando que en las flores está el canto". Hermoso fragmento del poema de Pellicer titulado "Noticias sobre Netzahualcóyotl y algunos sentimientos".
Y es que este magnífico poeta supo clavar siempre en las entrañas del hombre y de la tierra su palabra encendida hecha música, alarido, trueno, señal, noticia de las ideas hechas luz que tantas y tantas veces inauguraron el día y bendijeron la noche.
Pluma fresca que hoy descansa en la divina quietud a la que tantas veces cantara. Sin embargo nos deja en este mundo tangible a veces exageradamente tal, una catarata inmortal de belleza: exquisito monumento.
Con Carlos Pellicer hablamos por teléfono unas diez o doce veces; siempre nos insistió en su cariño por Campeche diciéndonos que había sido en esta amurallada ciudad en donde había aprendido a escribir poesía y fue hasta hace poco en Mérida donde tuvimos oportunidad de estrechar su mano y disfrutar su charla desgraciadamente no muy larga. Nos entusiasmó hablar en aquella ocasión de un extraordinario amigo común; de un estupendo poeta tabasqueño desaparecido también, José Carlos Becerra, por quien ambos sentíamos una profunda admiración. Y fue la imagen y el recuerdo de José Carlos Becerra lo que esa noche unió con más firmeza nuestra plática.
Tabasco, México y el mundo han perdido a un artista, a un intelectual magnífico.
Un adiós triste al poeta que nos dijo: "Vivo en doradas márgenes: ignoro el central gozo de las cosas. Desdoblo siglos de oro en mi ser. Y acelerando rachas-quillas o alas de oro- repongo el dulce tiempo que nunca he de tener".
Pellicer ha muerto, la poesía está de luego.
Campeche, Cam., Febrero de 1977.
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