miércoles, 29 de junio de 2011

El mar tiene lenguaje.

El mar tiene lenguaje.

Por José Luis Llovera Baranda.
Desde hace muchos años vivimos en el risueño pueblo de Lerma, por cierto nada avaro en cuanto a obsequiar bellezas naturales.

Siempre el paisaje marinero ha llamado poderosamente nuestra atención, el mar ofrece un paisaje milagroso, siempre diferente, con algo nuevo que ofrecernos. Y ese mar con el cual jugamos y nos confundimos cotidianamente, a diario cambia, el mar de hoy, no es el de ayer y será diferente mañana, pero esa reiterada metamorfosis, se lleva a cabo bajo los auspicios de la más cara belleza.

El mar tiene lenguaje, limitado en cuanto a forma, pero amplio y generoso en lo que hace a fondo. Su tono cambia a merced del tiempo, sus palabras salitrosas son las mismas, pero lo nuevo está engastado en lo viejo, es el espíritu de esas peculiares palabras lo que varía segundo a segundo.

Una aparente monótona oración la de sus olas, un canto de amor romance, de esperanza verde, como el color mismo de las húmedas gargantas pobladas de gracia, por donde escapan los tonos milagreros de esas náuticas plegarias.

El mar siempre novedoso, aunque pudiera pensarse lo contrario, ofrece un espectáculo que trasciende a milagro, y su referido lenguaje puede ser aprendido, algo quizás parecido a lo que sucede con cualquier otro idioma, y para lograrlo se necesita también dedicación y estudio. Se tendrá que estudiar en el libro del tiempo con sus hojas de años y sus palabras de horas, pero lo más importante será, lo que no sucede con ningún otro lenguaje, la necesidad imperiosa para su cabal entendimiento; la comprensión, ya no digamos de lo subjetivo, sino algo que va más allá de lo abstracto y que sin embargo existe, porque existe la imaginación y el pensamiento.

Pobres de los pobres espíritus que transitan estos terrenales lares, sin pena ni gloria, pobres de aquellos, que aferrados a sus estériles costumbrismos enjuician los incesantes cambios que por razones de época y de natural evolución se suscitan en nuestro mundo. Campeche, Cam., 1971.

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