martes, 2 de agosto de 2011

Recordando a Iván.

 
 
Hay personas que son tristemente célebres, hay personajes célebres a quienes recordamos tristemente por su circunstancial partida de este mundo. Hoy, recordamos a Juan Camilo Mouriño, a nuestro Iván, al amigo y hermano con quien compartimos memorables tertulias y pláticas inacabables siempre pringadas de aquella chispa suya que inundaba de color el espacio y llenaba de risas la charla, emblema propio de su genuina picardía.
 
Así es, esos momentos yacerán por siempre irrepetibles, eso es innegable. Inefable será siempre para quienes lo quisimos entrañablemente su temprana desaparición, como imborrable será siempre de nuestras memorias su imagen indeleble en nuestro pensamiento. Gente como Iván tuvieron la gracia de cautivarnos y de saberse siempre presentes en nosotros, en nuestro diario devenir, en nuestro cotidiano pensar.
 
Carismático amigo fue siempre Iván, capaz de arrancarnos la sonrisa tanto en la informal sobremesa como en la sesuda disertación de algún tema importante; tenía esa rara habilidad de insuflarnos de optimismo y de captar su atención y transmitirnos sus preocupaciones o inquietudes, siempre en busca de la solución y siempre confiado en alcanzarla. Era el negociador nato, el político que hacía política sin politizar, sin polemizar en exceso, sin que en el proceso hubieran daños colaterales infames o desaguisados inútiles; era parte de una nueva raza de profesionales que veían a México a través del cristal de la esperanza.
 
Lo extrañaremos siempre, de eso no queda duda; lo recordaremos siempre, estamos seguros de ello; y aplicaremos siempre su pragmatismo y su objetividad, así sea en la casa o en el trabajo, eso y más nos legó Juan Camilo, eso y más le debemos a nuestro entrañable Iván.

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