jueves, 10 de mayo de 2018


¿Por qué México tampoco puede ser Noruega?

(Artículo publicado en el periódico TRIBUNA  el 30 de abril de 2018)

Por José Luis Llovera Abreu

Con título audaz, me permito irrumpir nuevamente en este rotativo con el único interés de atraer al lector para que otee estas letras y le dedique unos minutos a este breve artículo.

Hace ya algún tiempo leí un interesante escrito periodístico acerca del éxito del modelo económico y social de Noruega. Desde luego que México y su contexto latinoamericano, aunado a sus antecedentes mesoamericanos, ibéricos y latinos, dista mucho de asemejarse a Escandinavia, pero hallé dos coincidencias determinantes para atreverme a comparar a estas dos naciones: el petróleo y su histórica política de pacifismo.

Muchos expertos y politólogos han denominado a Noruega como un país socialista. La verdad es que no lo es, pero ahondar en ello sería materia de otra reflexión.

Noruega, al igual que México, tuvo la suerte (llamémosle así por el momento) de encontrar petróleo por casualidad. Así es, así como aquel pescador de nombre Rudesindo Cantarell avizoró en la costa de la Sonda de Campeche restos de chapopote, lo que en efecto sería un brote de petróleo en el mar, Noruega encontró ese mismo hidrocarburo en el Mar del Norte. Después de eso a ambos países les cambió la vida.

Me encantaría decir, afirmando cabalmente, que a los dos les ha ido muy bien y que sus sendos descubrimientos fueron un “golpe de timón” determinante en su devenir económico y político y que han sido países boyantes y exitosos desde entonces. Me temo que, a excepción de lo último, estas almas gemelas mantienen solamente ciertas similitudes.

Veamos brevemente sus paralelismos. Noruega y México encontraron petróleo en sus litorales, los dos nacionalizaron sus reservas de petróleo, los dos dejaron que compañías internacionales se asociaran con sus gobiernos para la explotación del recurso energético (México solo lo implementó durante un lapso corto y ahora la reforma energética abrirá nuevas posibilidades) y ambas se han caracterizado como naciones pacíficas y sin conflictos bélicos con sus países vecinos.

Sin embargo, hay diferencias sustanciales que hacen que sus similitudes se transformen considerablemente y que no tengan los mismos efectos positivos. En Noruega todo el dinero que se capta por la explotación petrolera extranjera está grabado con impuestos muy altos, lo que significa una captación sustancial para las finanzas nacionales. Ahora bien, la gran diferencia estriba en lo siguiente: en Noruega todo el dinero que se obtiene de los yacimientos no se gasta, sino se invierte en un fondo soberano el cual está destinado para inversiones estratégicas y de importancia para el país entero. Por ejemplo, gran parte de ese recurso se ha destinado para la educación. Pues como diría el gran Cantinflas, ¡Ahí está el detalle!

México, como Venezuela también lo hizo en su momento, ha hecho un uso discrecional de estas riquezas obtenidas de sus mares y de sus tierras y, evidentemente, ha despilfarrado el recurso ya que tampoco podemos aseverar que se haya destinado exclusivamente para programas, obras o acciones que realmente hubiesen significado un cambio en el curso económico de nuestra nación durante los últimos cincuenta años. Es una realidad que muchas de las obras de infraestructura y que el financiamiento para muchos programas sociales ha provenido de los fondos producto de la exportación petrolera, pero sin duda no han sido, ni cercanamente, el detonador transformador de México y la razón por la que seamos un país desarrollado, con altos niveles productivos, con un PIB per cápita alto y con índices educativos de primer nivel, porque simplemente nada de esto ha ocurrido.

Ojalá que, con la reforma energética y con el inminente cambio de administración federal, vengan nuevos aires que presagien no solamente una bonanza económica, sino que esto redunde en una riqueza espiritual que nos guíe hacia la senda de la educación continua y de la tan anhelada y necesaria productividad intelectual y financiera.


martes, 3 de octubre de 2017

Islas de calor y agua urbana


Por José Luis Llovera Abreu

Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y las ciudades se vuelven más populosas día a día. En relación al uso, consumo y explotación del agua, se ha sostenido que la iniciativa de contrarrestar el impacto por la demanda excesiva de este líquido a través de la mitigación de fugas en las redes de agua entubada, es el primer paso hacia su cuidado y aprovechamiento. Sin duda, el segundo paso sería idear una forma de incrementar el almacenamiento de agua, sobre todo de aquella que proviene de la lluvia, por ejemplo, en contenedores subterráneos luego de ser filtrada por varias capas de la superficie de la ciudad.

Uno de los principales problemas causados por la rápida urbanización es el aumento en la temperatura de la ciudad. Este fenómeno es generalizado en todo el mundo e implica el hecho de prescindir, cada vez más, de suelos porosos y sobre los cuales haya filtración; como jardines, bosques urbanos, lagos, arroyos, áreas verdes en general, etc. Por el contrario, la rampante urbanización crea superficies impermeables mediante el uso indiscriminado del concreto y del asfalto, lo que genera las Islas de Calor Urbanas (Urban Heat Islands), elevando significativamente la temperatura promedio de las ciudades.

El especialista Donald Yow enfatiza que “las islas de calor urbanas son un ejemplo muy claro y bien documentado de una modificación antropomórfica al clima, la cual tiene un impacto atmosférico, biológico y económico”. Las Islas de Calor Urbanas han provocado que los planificadores, ingenieros y arquitectos tengan que resolver un problema que el mismo ser humano ha creado. Por lo tanto, creemos que hay mucho desconocimiento del tema y que deben ejecutarse acciones para la implementación de un diseño urbano más inteligente. Por ejemplo, la creación de más techos verdes, y ahondar en sus variantes tecnológicas, es una opción práctica para disminuir la temperatura en las ciudades. Asimismo, el hecho de incrementar la permeabilidad del suelo a nivel de calle e incrementar las áreas verdes en la ciudad son los primeros pasos para lograr un decremento en la temperatura en las áreas urbanas.

Existen estudios específicos acerca del impacto provocado por el incremento de la temperatura en las áreas urbanas y sus efectos en la salud. Una muestra es el escrito intitulado “Los efectos del entorno térmico en la salud humana: una investigación de 30 años de mortandad diaria del suroeste de Alemania.” por G. Laschewski y G. Jendritzky el cual, no obstante de que se refiere a casos alemanes, nos revela estudios epidemiológicos acerca de los impactos del entorno atmosférico en la salud y cómo estos se ligan a la contaminación del aire. También nos demuestra que la generación de calor por la ciudad y su disipación tienen que estar balanceadas, de otra forma se propiciaría en los habitantes algo llamado “estrés térmico”.

Estudios realizados por diversos especialistas demuestran que si se incrementa el área verde alrededor de un edificio de tres pisos la temperatura de su entorno disminuirá por lo menos 2 grados Celsius, lo cual representa más de un 5% de ahorro energético. De igual forma, y aún en temperaturas frías, las propiedades como aislante térmico de los techos verdes pueden minimizar la pérdida de calor de los edificios y disminuir al mismo tiempo las emisiones de gases efecto invernadero relacionados con la calefacción.

Si bien es cierto que las propuestas aquí referidas no representan soluciones fáciles e inmediatas, sí es una realidad que debemos comenzar a implementarlas y propiciar así una estrategia conjunta, entre sociedad y gobierno, para minimizar los efectos de las altas temperaturas y hallar formas de aprovechar el agua.


Reinventando las ciudades


Por José Luis Llovera Abreu

Vivimos en un mundo agobiado por los constantes cambios. Mutaciones de carácter social, económico y político en donde los vaivenes ideológicos son ya cosa del día a día. Nuestro común denominador como sociedad es la necesidad de adaptarnos a estos acontecimientos pendulares.

Desde la anticipada salida del Reino Unido de la Unión Europa, hasta la controversial elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de América, y su escalofriante discurso rebosado de xenofobia que tiene al mundo en vilo perpetuo, los medios de información no cesan de ametrallarnos con sus impactantes proyectiles noticiosos mientras nosotros, los ciudadanos del mundo, sólo podemos asumir los efectos del golpeteo y seguir en este lapso camaleónico que nos ha tocado vivir.

Las ciudades, y todo lo que en ellas ocurre, no se han escapado a estos avatares contemporáneos y también juegan un papel preponderante en este continuo camuflaje social.

Una ciudad que no se adapta al cambio y que no es capaz de modernizarse, está condenada al olvido y a la muerte. Los únicos sitios concebidos para ver y tocar el tiempo en su versión inanimada, son los museos.

El congelamiento del tiempo en las ciudades es sólo una circunstancia afortunada cuando se trata de restaurar y de revivir a la ciudad, es entonces cuando, aprovechándonos del circunstancial letargo, despertamos a la piedra de ese sueño que la había acallado por un prolongado tiempo. En muchas ocasiones es una, y una única vez en efecto, la sola oportunidad que podríamos tener para sacar a una polis histórica de la anquilosis para resucitarla y favorecer su longevidad a través de diversas estrategias de restauración, conservación y preservación de su patrimonio tangible e intangible.

La Organización de las Ciudades del Patrimonio Mundial (OCPM), con su oficina central en Quebec, enlista a 280 ciudades que tienen en su territorio un sitio inscrito por la UNESCO en la Lista del Patrimonio Mundial. Se podría decir que dicho organismo agrupa a lo más granado del gremio histórico-urbano, ya que todas son ciudades que han sido plenamente reconocidas por sus extraordinarias características espaciales, formales e históricas.

Son verdaderos íconos de la historia y que, con su especial arquitectura, siguen dejando huella y calando hondo en nuestras memorias y en nuestras costumbres. La ciudad de San Francisco de Campeche forma parte de esta pléyade.

Sin embargo, son varios los problemas a los que estas fantásticas ciudades se enfrentan día a día. Digamos que viven una constante confrontación con las exigencias de la modernidad y su esfuerzo se duplica al ser estas entes edilicios con peculiaridades excepcionales. Por ejemplo, sus pobladores tienen que ser conscientes del valor intrínseco que los hace ser ciudadanos de una urbe histórica; sus gobernantes tienen que diseñar y poner en práctica políticas de gobernanza que se amolden a la medida; los urbanistas y arquitectos están obligados a crear manuales de operación y de manejo para conservar la morfología y para ayudar a mantener y a promover la habitabilidad en estos sitios; tiene que haber una estrategia conjunta entre gobernantes y gobernados para crear, conservar y propiciar el uso y el mantenimiento de los espacios públicos, tan necesitados hoy día y tan valiosos para generar comunidades y, además, erradicar la delincuencia.

Las ciudades históricas tienen una meta doblemente difícil que sus contrapartes contemporáneas, y esa es la de, en primera instancia, lograr prevalecer en el tiempo y postergar su valía a través de su adaptabilidad y maleabilidad urbana; y en segundo lugar cumplir con los cánones de habitabilidad, seguridad, conectividad y sustentabilidad que las políticas urbanas del siglo XXI demandan.

Hay mucho por hacer y mucho por pensar y crear aún. Los espacios públicos, las áreas comunes, el transporte público, las ciclovías, las sendas peatonales, las áreas verdes, el uso de energías renovables, el cuidado y reciclaje del agua, los residuos sólidos urbanos, entre otras temáticas; son, principalmente, los aspectos que toda ciudad, histórica o no, debiera cumplir hoy día para satisfacer las demandas, tanto de los pobladores de nuestro universo urbano moderno como de las políticas y lineamientos de los programas de desarrollo urbano actuales.


miércoles, 16 de noviembre de 2016

Sustentabilidad urbana, consumo de energía y La Nueva Agenda Urbana.

Sustentabilidad urbana.

Las ciudades se vuelven más populosas día a día. En relación al uso, consumo y explotación del agua, se ha sostenido que la iniciativa de contrarrestar el impacto por la demanda excesiva del líquido a través de la mitigación de fugas en las redes de agua entubada, es el primer paso hacia su cuidado y aprovechamiento. Sin duda, el segundo paso sería idear una forma de incrementar el almacenamiento de agua, sobre todo de aquella que proviene de la lluvia, en contenedores subterráneos luego de ser filtrada por varias capas de la superficie de la ciudad.

Uno de los principales problemas causados por la rápida urbanización es el aumento en la temperatura de la ciudad. Este fenómeno es generalizado en todo el mundo e implica el hecho de prescindir, cada vez más, de suelos porosos y sobre los cuales haya filtración, como jardines, bosques urbanos, lagos, arroyos, áreas verdes en general, etc. Por el contrario, la urbanización rampante crea superficies impermeables mediante el uso indiscriminado del concreto y del asfalto lo que genera las Islas de Calor Urbanas (Urban Heat Islands), lo que eleva significativamente la temperatura promedio de las ciudades.

El especialista Donald Yow enfatiza que “las islas de calor urbanas son un ejemplo muy claro y bien documentado de una modificación antropomórfica al clima, la cual tiene un impacto atmosférico, biológico y económico”. Las Islas de Calor Urbanas han provocado que los planificadores, ingenieros y arquitectos tengan que resolver un problema que el mismo ser humano ha creado. Por lo tanto, creemos que hay mucho desconocimiento del tema y que deben ejecutarse acciones para la implementación de un diseño urbano más inteligente. Por ejemplo, la creación de más techos verdes, y ahondar en sus variantes tecnológicas, es una opción práctica para disminuir la temperatura en las ciudades. Asimismo, el hecho de incrementar la permeabilidad del suelo a nivel de calle e incrementar las áreas verdes en la ciudad son los primeros pasos para lograr un decremento en la temperatura en las áreas urbanas.

Existen estudios específicos acerca del impacto provocado por el incremento de la temperatura en las áreas urbanas y sus efectos en la salud. Una muestra es el escrito intitulado “Los efectos del entorno térmico en la salud humana: una investigación de 30 años de mortandad diaria del suroeste de Alemania.” por G. Laschewski y G. Jendritzky el cual, no obstante habla sobre casos alemanes, nos revela estudios epidemiológicos acerca de los impactos del entorno atmosférico en la salud y cómo estos se ligan a la contaminación del aire. También nos demuestra que la generación de calor por la ciudad y su disipación tiene que estar balanceadas, de otra forma se propiciaría en los habitantes algo llamado “estrés térmico”.

Estudios realizados por especialistas* demuestran que si se incrementa el área verde alrededor de un edificio de tres pisos la temperatura de su entorno disminuirá por lo menos 2 grados Celsius, lo cual representa más de un 5% de ahorro energético. De igual forma, y aún en temperaturas frías, las propiedades como aislante térmico de los techos verdes pueden minimizar la pérdida de calor de los edificios y disminuir al mismo tiempo las emisiones de gases efecto invernadero relacionados con la calefacción.*Wong, Nyuk Hien, Steve Kardinal Jusuf, Nedyomukti Imam Syafii, Yixing Chen, Norwin Hajadi, Haripriya Sathyanarayanan, and Yamini Vidya Manickavasagam. 2011. “Evaluation of the impact of the surrounding urban morphology on building energy consumption.” Solar Energy 85(1):57-71.

Consumo de energía.

El consumo de energía y los nuevos sistemas energéticos acaparan cada vez más la atención de las autoridades, tomadores de decisiones, constructores y planificadores urbanos. La huella ecológica de una ciudad y su impacto al entorno inmediato ya no es solamente un asunto ambientalista sino algo que también le concierne a la ciudad, debido a que la producción de energía nunca ha sido considerada una “acción verde” o en beneficio del entorno natural.

Aumand Phdungsilp e Ivo Martinac, del KTH Royal Institute of Technology (Estocolmo), aseguran que “el sector de la construcción consume grandes cantidades de fuentes de energía, al mismo tiempo que genera mucha basura y contaminación.” Debido a que los edificios son concebidos para tener una vida útil prolongada, su impacto en el entorno natural es largo y duradero. Sin duda el sector de la construcción tiene mucho potencial para crear medidas que reduzcan las emisiones de gases efecto invernadero por lo que hoy día hay mucho interés de su parte en términos de utilización de energía y medidas de mitigación al cambio climático.

Según los especialistas Phdungsilp y Martinac se cuentan con estudios que demuestran que las viviendas, las casas de campo y los desarrollos comerciales representan casi el 90% de la energía utilizada en el sector de la construcción. Asimismo, aseguran que casi el 60% de la energía proviene de la calefacción y del consumo de agua caliente. El resto de la electricidad se divide entre la que se requiere para la operación y para los servicios domésticos. Es una realidad que el sector de la construcción juega un papel muy importante al referirnos a los temas de sustentabilidad ambiental.
Los arquitectos e ingenieros deben ser muy conscientes al momento de diseñar y construir un edificio, ya que no solo se deben centrar en el edificio en sí sino en su entorno inmediato, y en cómo el proceso de construcción y el edificio interactúa con sus alrededores siendo auto-suficiente. Una de las formas de que estas construcciones pudiesen aportar algo al medio ambiente es a través de mecanismos propios de reciclaje de agua y de captación de agua de la lluvia y de la propia humedad del ambiente. Esta agua podría entonces aprovecharse para el uso y consumo no sólo de los usuarios del edificio sino de una parte de la comunidad.

Estas acciones representan grandes principios y preceptos de la sustentabilidad urbana.


La Nueva Agenda Urbana de ONU HÁBITAT.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha dado un paso crucial hacia la obtención de una sola estrategia general para delinear el desarrollo urbano sustentable. La preparación en torno a la Conferencia Mundial Habitat III, a realizarse en octubre de 2016 en Quito, Ecuador; sin duda marcará un parteaguas en el discurso urbano mundial.
La Nueva Agenda Urbana, misma que se debatirá en la citada Conferencia, aportará datos reveladores acerca de quiénes son los protagonistas para el debate de las nuevas políticas urbanas. También se discutirá acerca de cambios normativos en la materia y de cómo las prácticas a favor del medio ambiente inciden en el desarrollo urbano actual.

“La Conferencia es una oportunidad única para repensar la Nueva Agenda Urbana sobre la cual los gobiernos pueden responder mediante la promoción de un nuevo modelo de desarrollo urbano que sea capaz de integrar todas las facetas del desarrollo sustentable para promover la equidad, bienestar y la prosperidad compartida.”
Dr. Joan Clos, Secretario General de la Conferencia Habitat III.
 
Nuestro mundo urbano actual vive una constante paradoja. La rápida urbanización ha sido un gran factor para el desarrollo. Las ciudades significan los mayores polos generadores de riqueza, sin embargo la mayor parte de la pobreza también existe en las ciudades. En la próxima Conferencia de Habitat III los gobiernos deberán promover un nuevo modelo de urbanismo, y que este sea sustentable. Esta estrategia, que abandera la Conferencia, es ya conocida como La Nueva Agenda Urbana y pretende encontrar la forma de hacer sustentable el crecimiento urbano, toda vez que la urbanización se ha convertido en una fuente productiva y en una fuerza con el poder de mover la economía y de mejorar las vidas de los habitantes de la urbe. La Agenda reunirá a los países miembro, organizaciones multilaterales, gobiernos locales, sector privado y sociedad civil para inventar soluciones para el complejo desafío de la urbanización alrededor del mundo.*
*https://www.habitat3.org/


Algunos de los aspectos torales que se abordarán durante el planteamiento de La Nueva Agenda Urbana son:


  • Consideraciones de urbanización para todos los niveles de asentamientos humanos
  • Considerar a la urbanización como un todo y tomando en cuenta los espacios físicos, áreas urbanas, interurbanas y periurbanas; así como áreas rurales
  • Asesorar a los gobiernos para la creación de marcos legales para sus políticas de desarrollo.

martes, 3 de abril de 2012

CRECIMIENTO URBANO INCANSABLE

El crecimiento de nuestras manchas urbanas ha sido en base a la imprevisibilidad de un desarrollo territorial con plena congruencia entre las políticas públicas locales, las planeación urbana y, lo más importante quizás, EL SENTIR DE LA SOCIEDAD.
En México, aun nos falta mucho por aprender de otros casos exitosos en el mundo. Por ejemplo, la ciudad de Londres está contenida por su “green belt”, o “cinturón verde”, lo que impide que la ciudad se “derrame” hacia otras partes; definiendo mediante una barrera física distinguible e intocable, los límites de crecimiento de la ciudad.
Respecto al importante tema de la densidad en nuestras ciudades, creo que no debemos confundir densificación con verticalización masiva de edificios. Por ejemplo, si analizamos los entramados urbanos de la Ciudad de México y de Sao Paulo, notaremos más o menos que son muy parecidos; sin embargo Sao Paulo, y con todo y sus altos edificios que prevalecen en su contorno urbano, es menos densa que la Ciudad de México. Esto demuestra que los edificios altos no siempre representarán una densidad mayor, sobre todo cuando están rodeados de grandes superficies de suelo sin utilizar.
Otro punto toral de nuestro análisis incansable de las ciudades es el tema del transporte. No podemos seguir imitando el modelo de expansión urbana estadounidense. El automóvil no debe representar el medio de transporte por antonomasia en las ciudades, sino es el transporte público y los vehículos no motorizados aquellos que debieran representar la nueva tendencia de la movilización urbana. Dice el profesor de economía de la Universidad de Harvard y autor del libro “El triunfo de las ciudades” el economista Edward Glaeser, y cito textual: “Tanta conducción consume mucha gasolina. En la India y China el proceso de urbanización es imparable, y eso es bueno: la pobreza rural no tiene futuro. Sin embargo, sería mucho mejor para el planeta que la población urbanizada viviera en ciudades densas construidas en torno al ascensor que en áreas en expansión descontrolada construidas en torno al automóvil.”
Si analizamos los principales medios de transporte en tres zonas metropolitanas del mundo como son: Ciudad de México, Nueva York y Londres, notaremos que, sorpresivamente, en las tres prevalecen los medios públicos de transporte como los más importantes para moverse en esas ciudades y es el automóvil particular el que representa los porcentajes menores (arriba de un 30% en Nueva York y Londres; y un 20% en la Ciudad de México) Por lo tanto, es una MINORÍA aquella que utiliza el vehículo particular y es la MAYORÍA de la población quien necesita más y mejores medios de transporte público en las ciudades del mundo.
En general, creemos que las ciudades serán exitosas si estas son agradables para la gente que las habita, y eso significa más espacios públicos, más oportunidades de trabajo, más seguridad, más escuelas, más comercio, más vivienda, más hospitales y más transporte público. Se trata de generar VIDA en las ciudades, se trata de diseñar y de echar a andar toda una gran maquinaria que trabaje a la perfección para darle mejor VIDA a la gente que habita las ciudades.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

10 meses ha.

 
Hace diez meses que adolezco indefectiblemente de la presencia física de mi padre. Hace treinta y nueve años que su espíritu subyace en mí y se trinca en mi mente afanoso y recurrente.
Mi papá sigue siendo el pilar que sostiene mis ímpetus, mis fuerzas, mis ánimos y mis deseos, sigue siendo el hombre a quien más he querido en la vida y lo seguirá siendo hasta que mi hijo deje de ser un niño y perpetúe nuestras enseñanzas.

¿Cómo hacer que de mi pluma emanen palabras halagüeñas?, ¿Cómo sugerir perspectivas trazadas con emoción y júbilo si carecemos de la musa inspiradora para hacerlas? Sólo nos motiva y nos reconforta el poder contar siempre con el carbón del recuerdo en la punta del lápiz, ese que atisba siempre el rasgo correcto para plasmar con trazos perfectos la límpida figura de la silueta de mi padre.

Extraño el abrazo de sus palabras y el cariño de su mirada, extraño el abrazo reparador y la palmada en la espalda, dadora de fuerzas y de asertiva compañía. Es cierto que el hijo no emana de las entrañas del padre, pero también es cierto que el amor que profesamos por él emana de nuestras entrañas mismas.

Mi papá rozaba con excelsitud los linderos de la genialidad. Había en su voz el cántico divino de la sapiencia, de la bondad y de la seguridad transformada en verbo. El cariz de sus consejos eclipsaba a cualquier erudito y su mirada bonachona era el bálsamo que me reconfortaba y me hacía mirar al cielo con los brazos en cruz y con el corazón trepidante. Mi papá era el roble en un bosque infestado de enclenques matorrales.
Algún día reanudaremos charlas inacabables y tertulias memorables, algún día nos abrazaremos en algún lugar en presencia de seres inexplicables y de vistas panorámicas incomprensibles; algún día velaremos juntos por las vidas de los hijos de nuestros hijos, algún día.

sábado, 20 de agosto de 2011

Re configuración necesaria.



En estos días nos hemos consternado con una retahíla de funestos acontecimientos en diversas partes del mundo. Como mexicanos, desafortunadamente nos despertamos con el ríspido sonido de la radio y con las invisibles noticias en los periódicos anunciándonos crímenes a tutiplén y desaparecidos a diestra y siniestra, y todo lo digerimos lenta y dolorosamente con los rasposos alcoholes de la encarnizada batalla social entre los diversos grupos políticos del país.

Es increíble este mundo surrealista nuestro, México no es la excepción en lo que a disturbios sociales se refiere. Desde el magnicidio en Noruega hasta los disturbios en las calles de Londres, ¿qué nos pasa como sociedad?, ¿en qué hemos fallado como habitantes de las ciudades? Las respuestas han de ser muchas y con una tupida auto recriminación que no escapa de la aburrida redundancia.

Pero prefiero enfocarme a la visión territorial de la problemática. Hay algo que sin duda disgusta a la población, hay algo que irremediablemente ha permeado maléficamente en el sentimiento de las personas, hay algo que subleva los ánimos de muchos habitantes de las ciudades y que conlleva a una rebelión contra todo y contra todos. Pero, ¿qué es éste mundial enemigo?, ¿cómo identificarlo, atacarlo y vencerlo?.... Se parte de un punto de vista conceptual cuando aludimos todas estas inhumanas conductas a un espontáneo y temporal  brote malvado de violencia asociado a una explicable y remediable incomodidad e insurrección con el espacio que se habita, con el espacio que, es a la vez, continente y contenido y en el cual vivimos y deambulamos como seres vivos a diario; me refiero al gran contenedor, a nuestro gran habitáculo, a la ciudad.

Pero quizás el problema subyace en la errónea concepción del mismo, es decir, vivimos en él pero no vivimos por él; somos una extraña especie de seres humanos a quienes nos cuesta ser humanos. He ahí el problema.  Dice el arquitecto Ernesto Velasco León que “la civilización es la cultura hecha ciudad”, creo que tiene razón. Es precisamente esta incultura lo que ha propiciado que hayamos transgredido las normas y las formas de vivir y convivir en las ciudades y es por ello que nos hemos convertido en seres incivilizados. Qué triste reconocer que, cual brotes esporádicos pero mortales de viruela negra, este mundo se vaya plagando de pestes, mientras se aniquila poco a poco y lentamente el espíritu más legítimo y genuino de la humanidad que debería ser el ser humano con los seres humanos, con nuestros prójimos y con todo lo que respire y habite sobre la faz de la tierra.

Creo que la solución, o al menos una gran parte de esta, está en la correcta administración del territorio, en el cuidado del ambiente físico, funcional y espacial de nuestras urbes y de nuestros hogares. Si vivimos felices y no sobrevivimos mediocremente nos comportaremos mejor como seres humanos y lograremos un ambiente más cordial y más habitable. Dice el ex presidente municipal de Bogotá, Enrique Peñalosa, que “una buena ciudad es en donde la gente quiere estar afuera de sus casas”, tiene razón y es una forma práctica de abordar con pragmatismo la problemática de la conducta del habitante. Es responsabilidad de todos, y sobre todo de los gobernantes y tomadores de decisiones, el planear y diseñar nuestros espacios, nuestras calles, nuestros parques, nuestros edificios y nuestras viviendas enfocados hacia la generación de comunidades y no sólo a la conformación de áreas delimitadas por barreras físicas en donde simplemente viven personas y familias.

La responsabilidad es de todos, cambiemos y reconfiguremos nuestras ciudades.