domingo, 3 de abril de 2011

Para mis amigos: La constante víspera de la ausencia eterna.


Alguien dijo alguna vez que lo único seguro, en este transitar por la vida, es la muerte. Desde un punto de vista práctico, sí lo es.

Pero no todo en esta vida es lo práctico, aunque sería práctico que así lo fuera, no es el caso de quienes habitamos en este planeta. Una miríada de conceptos y preceptos rondan nuestras cabezas y pululan nuestro entender, la verdad es que, ante lo impredecible e inexplicable, el ser humano prefiere aludir a lo comprensibilidad de lo filosófico, o ante la filosofía de lo incomprensible. Como uno lo quiera ver o como cada quien quisiera abordar el problema.

Nos encanta, y qué bueno, elevarnos hacia la inasibilidad mental de la fe, y me refiero a todo aquello que nuestros criterios son incapaces de “tocar” y, por la misma impalpabilidad de aquello, lo ubicamos en altitudes cerebrales que rayan en esferas subliminales en donde nuestro entendimiento es morador eventual y caminante inexperto. Así es, preferimos deambular por estos espacios semidesconocidos para, de esta forma, no llevar toda la carga de la responsabilidad que significaría el naufragar nuestra nave en la azarosa ruta de la relatividad de la vida.

No hallamos explicación a la anticipación de la muerte, no encontramos el asidero del raciocinio que nos explique, contundentemente, la única y genuina versión del porqué el destino, el futuro, el albedrío de la vida, en fin, todos aquellos designios inescrutables de las fuerzas invisibles del universo (no quisiera ahondar en la concepciones divinas y teológicas) nos deparan siempre rutas escabrosas con desenlaces misteriosos que redundan en desastrosos y funestos eventos que, cual acero hirviendo sobre la piel, nos dejan la mefistofélica huella de una calamidad lastimosamente inolvidable.

Podríamos dedicarle páginas enteras y millones de palabras a toda esta disertación de lo inexplicable, del mundo de las sibilinas circunstancias que conllevan a sucesos de profundo dolor. ¿Por qué ocurren las desgracias? ¿Por qué sin previo aviso y sin ninguna razón aparente? ¿Por qué de pronto nos mimetizamos con lo más frágil y vulnerable que pueda vivir sobre la faz de la tierra?... Dos respuestas: la primera, o simplemente es y será incomprensible por los siglos de los siglos o, segunda respuesta, somos sencillamente una especie más en este vasto universo, dentro de una insignificante galaxia y perdidos en los confines de este espacio material que llamamos planeta tierra, y en donde luchamos por la supervivencia a expensas de los imponderables del transcurrir de la vida biológica y física, y en donde preferimos vivir y subsistir relacionándonos y procreándonos en incesante lucha por la paz y la perpetuidad de nuestra especie: la raza humana.

Es una forma de abordar la ininteligibilidad del asunto. En efecto, hay muchas otras pero hoy, y ante lo ocurrido en las vidas de amigos fraternales y reconociendo la fragilidad que representa vivir en la víspera de la ausencia eterna, prefiero compartir con ustedes estas someras y vagas conclusiones en aras de ahondar, con un atisbo de practicidad, en tan complejos escenarios de nuestra difícil existencia en el rumbo de este trajín diario al que llamamos: Vida.


José Luis Llovera Abreu.

2 comentarios:

  1. Estimado Pepe en tu escrito has eliminado, e ignorado 4000 años de experiencia humana, expresada en filosofía, en pensamiento y acción civilizatoria, llena de evidencias esperanzadoras para el presente lleno de infinito y del futuro lleno de sentido, el dolor, la muerte y el sacrificio en una mirada, ni siquiera tan profunda pero más entre más profunda se cubre de sentido ante las evidencias. !suerte en el camino de la esperanza!e,

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  2. No sé quien es rushleon, pero, evidentemente no me conoce bien. No necesito que nadie me desee suerte en ese camino de la fe y esperanza, yo ya lo he recorrido de ida y vuelta y varias veces. Sólo nosotros, quienes ya hemos transitado por esos lares nos podemos dar el privilegio de discernir acerca de tan complicados temas. Por último, no he ignorado nada, al contrario, siempre escribo con convicción y sabedor del trasfondo que implica el aludir tal o cual tema. Por supuesto que no soy portador de la verdad absoluta, nadie lo es, pero sí soy conocedor de gran parte de ésta.

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