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Del sitio soycaribe.net |
El cada vez más preocupante deterioro moral que sufren muchas personas que cínicamente tratan de incursionar en diversas actividades culturales, como las políticas, periodísticas, literarias, etc., et., constituyen un severo lastre para lograr que las nuevas generaciones puedan navegar a toda vela por los mares de la verticalidad, la ética y la verdad.
Impulsados única y exclusivamente por el “estímulo” de la vanidad y el dinero exhiben su pobreza espiritual al arrastrarse tristemente en la desesperada búsqueda de unas monedas, o bien en el inmerecido elogio que los coloque a la altura de los grandes.
Y es que cuando no hay convicción plena de lo que se hace y se dice, se cae irremediablemente en el campo siempre triste de los mercenarios, de aquellos que con sus actitudes envilecen sobre todo a la juventud, desafortunadamente. La mejor vacuna contra la actitud ridícula y vanidosa de esos modernos piratas del espíritu es la de hacer exactamente lo contrario a lo que ellos hacen.
De ahí tal vez que, ante la proliferación de esos neobucaneros del alma, a las personas de bien se les tenga fuera de tiempo y lugar, descontinuados pues, en este mundo actual donde el respeto y la estima muchos tratan de encontrarlos en el robo económico o en el fraude intelectual.
Los hombres cabales que tienen siempre ocupado el pensamiento con elevados principios son vistos como bichos raros, a los que los mediocres siempre atacarán por el simple hecho de ser valiosos y de poder dejar a su paso luminosas huellas, de hombres grandes a la manea que aconsejaba Kipling.
Así pues, despreciemos profundamente a todos aquellos farsantes que han hecho de la vanidad un oficio y del dinero un culto, y admiremos hoy y siempre a todas aquellas personas que con su ejemplo de cultura y honestidad puedan enriquecer principalmente a nuestra juventud, y que por lo grande y noble de sus actos podamos decir de ellas que tienen corazones lo suficientemente generosos, que sólo saben latir en mayúsculas.
José Luis Llovera Baranda.
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