lunes, 14 de marzo de 2011

Desarrollo urbano: planeación estratégica y voluntad política.

El tema relacionado con el crecimiento demográfico y urbano de nuestras ciudades es, sin duda, concebido hoy día como un tópico de carácter especializado y ajeno a muchas personas.

Sin duda alguna, en la mayoría de los más de dos mil cuatrocientos municipios que hay en nuestro país, ha sido tema complejo y árido de entender para muchos habitantes y gobernantes.

Esta evidente incomprensión ha originado consigo una serie de anomalías, inconsistencias e irregularidades que han acarreado, a lo largo de los últimos años, un lastre casi infranqueable para quienes hoy, tratamos con singular empeño retomar, a toda costa y de manera contundente, el tema de la planeación urbana concertada y estratégica.

La gran mayoría de estas “calamidades” urbanas se deben a la citada falta de planeación que otrora se descuidara de la agenda citadina. Hoy, acusamos los efectos de ésta garrafal falta y experimentamos sus lamentables consecuencias.

El centro histórico, los barrios tradicionales, las colonias, los vecindarios, los fraccionamientos, los suburbios, los asentamientos irregulares, las áreas de riesgo, las zonas de preservación ecológica y demás perímetros identificables, todos parte característica de estas urbes, se arremolinan en el anagrama urbano y se funden en un crisol, a veces identificable, otras veces mimetizado entre si produciendo toda una gama de problemas e infortunios impidiendo el diálogo y la lectura legible entre habitante y ciudad. Quizás este fenómeno repetitivo fascine a muchos, tal vez atraiga a quienes gustan del ambiente cosmopolita, quizás también sea factor de condiciones de habitabilidad para muchas personas, pero lo que es innegable, es que, en todos los casos, se cumple la triste paradoja de ser los sitios en donde se concentra la mayor riqueza y la mayor pobreza del país. Eso no es encantador.

Es posible que nos hayamos acostumbrado a vivirlas de esa forma, pero es inaudito que nos conformemos a habitarlas sin ningún atisbo de cambio o de mejora al menos en el corto, mediano o largo plazo. 

Quienes interferimos en los procesos de crecimiento de nuestras ciudades estamos profundamente comprometidos en reorientarlas y reordenarlas. No basta solamente con hacer una buena planeación. En nuestro país, y esencialmente en casi todas las 358 localidades mayores a los quince mil habitantes, existe una gran cantidad de instrumentos de planeación, la gran mayoría con vigencia legal aunque muchos operativos con un alto grado de obsolescencia. Asimismo, reconocemos que varios centros de población cuentan con programas o planes de desarrollo urbanos actualizados y debidamente implementados.

No es un tema de falta de planeación, es un tema de, muchas veces, una carencia de voluntad política de parte de los gobernantes y tomadores de decisiones. No confundamos la falta de asideros legales con la ausencia de mecanismos y de herramientas para hacer efectivos esos canales jurídicos que hacen efectivas nuestras cartas urbanas y nuestros instrumentos para planificar el desarrollo urbano en nuestras localidades. Hay mucho por hacer, comencemos hoy.

José Luis Llovera Abreu









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