La gran importancia de un tema que hoy es aparentemente trivial
Por José Luis Llovera Baranda
Por los años cincuentas del siglo pasado, por hacer referencia en cuanto a fechas, existía la costumbre en las casas de Campeche, de utilizar en las puertas de las casas las hoy totalmente desaparecidas ¨aldabitas ¨. De tal suerte que si algún familiar o amigo llegaban de visita no tenían que tocar a la puerta, pues simple y sencillamente quitaban la aldabita y entraban. Así de simple.Un ahorro de energía y tiempo para los moradores y para los visitantes.
Y muchas personas, amables lectores, podrían pensar que este tema es totalmente trivial y que le estamos dedicando demasiado espacio. Nada más lejos de la verdad. Veamos: detrás de la aldabita estaba ni más ni menos la confianza, la cual no tiene precio. Se vivía con la certeza de que nada ni nadie violaría nuestra intimidad. Que nuestra integridad física y nuestros bienes estaban resguardados ante la solvencia moral de una sociedad unida y solidaria, que se nutría de los más altos conceptos morales. La famosa aldabita era patente de corso para navegar a toda vela por los mares de la seguridad absoluta. Era un pacto tácito de libertad y campechanía en un conglomerado que creía a ciencia cierta , en la honestidad del prójimo.
Y así vivimos durante muchísimos años, con la aldabita en la puerta principal de nuestras casas. Pero insistimos, para lograr lo anterior existía un complejo andamiaje que sostenía valores extraordinarios, dentro de los cuales estaban, la honestidad, la caballerosidad, las ganas de servir y ser útil, se tenía pues, el concepto muy claro de la convivencia, no solamente pacífica, sino la de afectos y respetos compartidos.
Por las más elementales razones sociopolíticas, económicas, etc., etc., los moradores se volvieron desconfiados, o más bien , nos volvimos incrédulos ante la verticalidad de la gente.
Como si la política de puertas abiertas, representada por la aldabita, hubiera muerto, para dar paso a la desconfianza sistemática tan característica hoy de todas las sociedades del mundo entero.
Hace unos días un querido amigo nuestro nos llevó a visitar a su señora madre, en pleno corazón de esta bella San Francisco de Campeche, y nos topamos en la puerta con la muy recordada aldabita, y pensamos; todavía existe fe en muchas personas que creen y aman al prójimo como nos lo pidió Jesucristo.
No pretendemos que se vuelva a los dorados ayeres de la aldabita, sino única y exclusivamente , que se destierre el Homo homini lupus de Plauto, para acercar al hombre con el hombre, sin importar lenguas, condiciones económicas, sociales o políticas, para poder decir sin romanticismos cursis, que los actos bondadosos y humanos han vuelto con nuevos bríos , que a la postre habrán de traducirse en cariño , confianza y amor hacia todo y hacia todos.
Que tiempos aquellos!
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